Lo paradójico de ser cristiano
¡Pascuas, Pascuas, Pascuas…! Era la palabra que
revoloteaba continuamente sobre la cabeza de Daniel esa mañana, al igual que
los últimos días, como si fuera una gotera de algún rincón de su casa que
necesitaba ser reparada. Si se le hubiese cruzado esa misma palabra hace un
tiempo atrás posiblemente no le hubiese dado la connotación que hace unos días
viene teniendo, seguramente lo relacionaría como “esos días marketineros” donde
utilizan la figura de un conejo para vender esos conocidos huevos de chocolates
donde los mayores beneficiarios son las empresas que los venden. Pero esta vez ese
no era el caso, lo que llevo a Daniel a pensar y mirar desde otra perspectiva
fue una película que proyectaron en el centro familiar cristiano, donde él hace
un tiempo esta asistiendo de manera continua, la película se trataba sobre los
últimos días de Jesús sobre esta tierra lo cual le resulto muy impactante todo
lo acontecido ya que nunca había hecho esa conexión con lo que decía en las
Escrituras (que había empezado a leer con cierta regularidad) es como si cada
palabra leída fuese tomando vida en cada segundo de película, comprendiendo de
otra manera lo que es LA PASIÓN, que tantas veces lo relaciono con su equipo de
fútbol y ese amor por los colores azul y oro.
Esa mañana cansado de tener esa idea en su
cabeza se levantó de la cama decidido a comenzar a desmembrar aquella palabra que
parecía como un código cifrado queriéndose manifestar, sentía la completa
seguridad de que no solo se trataba de una muerte y resurrección sino que había
algo más complejo que de forma personal él debía descubrir. Así fue que leyendo
su Libro de tapa de negra comenzó a indagar buscando respuestas tal como lo haría
un detective en una escena del crimen, pensar de esta forma lo motivaba. Pero
al ir avanzando en su lectura fue descubriendo de lo paradójico, y hasta en un
cierto punto confuso, le resultaba llamarse cristiano.
Veía con asombro el juego de palabras que había
en cada frase leída y de la locura que sonaba al pronunciarlas. ¡Por la muerte
de uno todos tenemos vida! ¡La sangre de uno nos limpia de todo pecado! ¡Para
alcanzar la vida eterna debo morir a mismo! ¡Mejor es dar que recibir! ¡No
somos salvos por las buenas obras ni tampoco por ser buenos y nunca haber hecho el
mal a nadie! ¡Si alguien te cachetea en una mejilla pon la otra! Eran temas que
sonaban como preguntas y a la vez como afirmaciones. Ahí estaba Daniel tratando
de encontrar una compresión a toda esta disyuntiva.
Finalmente como
un matemático tratando de hallar el resultado a su ecuación Daniel encuentra la
respuesta a su dilema. Fue como una epifanía que se mostraba ante sus ojos,
aunque sabía que quizás para un científico o aquellas personas que le buscan lógica
a todo no les iba a parecer demasiado convincente la respuesta pero para él en
ese instante le pareció lógico e indiscutible. La respuesta estaba en cada párrafo
de la Biblia, revelándose a veces de manera explícita y otras veces de manera implícita.
Sabía que para comprender todo esta contradicción era a través de la FE pero no
cualquier fe sino una fe puesta en su cauce correcto, una Fe que atraviesa en
todas las áreas de la vida y es esa Fe puesta en la Fuente de Vida, llamada Jesús.